Época: Arte Español Medieval
Inicio: Año 1100
Fin: Año 1199

Antecedente:
El siglo XII

(C) María Luisa Martín



Comentario

Para concluir este panorama del esmalte románico en España y en la perspectiva de intercambios artísticos e influencias mutuas, hay que situar dos magníficas Tapas de EvangeLario. Tradicionalmente se supone que formaron pareja, aunque hoy se encuentren en distintos museos; una en el Instituto Valencia de Don Juan, de Madrid, y la otra, en el Museo de Cluny, de París. Ambas son de las mismas dimensiones, de cobre cincelado y dorado. El esmalte se aplica mediante el procedimiento del excavado, parcialmente alveolado.
La primera presenta como tema una Crucifixión Cósmica. La cruz, de extremos ensanchados y crucero circular, está recorrida por un follaje florido en tallos contrapuestos y fragmenta simétricamente la composición. Es el Árbol de la Vida al que está clavado el cuerpo de Cristo. En la parte superior destaca el anagrama IHS:NAZAR,/ENVS:REX:IVDEOR (rum). La figura de Cristo está trabajada como un vaciado escultórico. Cincelada y esmaltada se aplica sobre la plancha de base. Con cuatro clavos, apoya los pies en un subpedaneo a modo de ménsula. Su cuerpo, de gran rigidez, se cubre con un perizonium, sujeto por un broche. La cabeza, ligeramente inclinada hacia la derecha, resalta sobre un nimbo crucífero en intensos azul y rojo.

En la parte inferior, a ambos lados se sitúan la Virgen y San Juan. Apoyan sus rostros en la mano en señal de aflicción. Sus cabezas, aplicadas, destacan sobre un nimbo verde con puntos en azul oscuro, en el caso de la Virgen, y azul verdoso puntuado en blanco, para San Juan. En ambos es notoria la superposición de vestidos.

En la parte superior, encerrados en sendos medallones laureados, surgen, de medio cuerpo, las personificaciones del sol y la luna. Elevan sus brazos velados como si de alas se tratase. Sus cabezas, aplicadas, destacan sobre sus nimbos coronados por la esfera radiante y el creciente lunar.

En el reverso de la placa un ensayo de buril dibuja dos letras A unidas a una especie de cadenilla, sobre cuya forma volveremos más adelante.

Las figuras, de canon alargado y rostros ovales, destacan su colorido sobre un fondo en reserva liso. La superposición en la vestimenta, la decoración de puntos a modo de besantes, algunos colores como el verde intenso o la característica ausencia de amarillo, la relacionan con el taller de Silos. El tratamiento de la figura principal, en bulto y esmaltada, estaría vinculado al ámbito lemosín.

La segunda placa, que se encuentra en el Museo de Cluny (París), incluye la representación de la Majestad de Cristo, encerrado en una mandorla a modo de guirnalda perlada a ambos lados. Está sentado sobre el arco iris, mientras sus pies apoyan en un subpedaneo, con la mano derecha bendice en tanto en la izquierda sujeta un libro que apoya contra su rodilla. Su cuerpo se oculta por una serie de vestidos superpuestos de brillantes colores: turquesa, azul oscuro y verde esmeralda, orlados de besantes, de modo análogo a las figuras de la Urna de Santo Domingo de Silos. La cabeza, aplicada, con un tratamiento más suelto del cabello y especialmente de la barba, en rizos y mechones, acentúa la majestuosidad de la figura. Destaca sobre un nimbo crucífero verde y rojo gemado simulando rubíes y zafiros. A ambos lados se sitúan el alfa y omega como suspendidas de una especie de cadenita. Aunque por este detalle el alfa se ha puesto en relación con la A que aparece en el reverso de la placa anterior, para confirmar la proximidad de ambas, hay que tener en cuenta que es la forma habitual de plasmarlas. De modo similar se puede contemplar en el Cristo en Majestad de la Urna de Silos o en la Majestad de la Virgen del Frontal de Aralar, por sólo citar algunos ejemplos. Asimismo, con cadenitas colgaban de los brazos de las cruces.

En los cuatro ángulos aparecen los símbolos de los evangelistas con el cuerpo esmaltado y las cabezas en relieve. El ángel, de San Mateo, levanta el libro en sus manos veladas y el águila, de San Juan, sujeta el rollo entre sus patas. En la parte inferior, el león de San Marcos y el toro, de San Lucas, mantienen el libro en sus patas delanteras mientras sus alas se proyectan hacia arriba y sus cabezas giran hacia el Señor.

La figura central nos traslada a esa visión sobrenatural del Todopoderoso. Sus formas ampulosas, su severidad al mismo tiempo que su expresividad y el tratamiento de su cabeza, le aproximan a obras escultóricas como el Cristo que preside la iglesia de Santiago de Carrión de los Condes. La decoración perlada de los encuadramientos y el motivo laureado de medallones y mandorla son similares en ambas encuadernaciones.

Esta mezcla de elementos que hemos observado casi constantemente en las obras analizadas es el exponente, una vez más, de la internacionalización de formas que se produjo durante la época románica.